jueves, 22 de enero de 2009

Sally Mann / el aire



Si fuera teatro se la vería a ella entrar un instante después de que él se va. Se vería una luz que se enciende en medio del cielo, como un telón que descubre una luminaria o el haz de un reflector que crece gradual, pero repentinamente. Una supuesta nube que mantenía la tarde nublada se corre cuando ella pasa al jardín. Esto querría decir algo. O nada: cambio de ambientación. Pero en teatro sería imposible reproducir la escena que observa cuando pone sus ojos sobre el plátano. Un colibrí con alas blanquinegras que se agitan rápidamente, como las de una mosca, liba de las pequeñas bocas de la flor y se aleja, se detiene un segundo y vuelve a libar, se retira y se suspende en el aire sin aletear, casi flotando, y luego toma, otra vez, con su pico el alimento. Y un colibrí más pequeño – más joven, piensa ella – se le acerca. Hace rondas livianas y gráciles. El otro lo sigue, ambos dibujan formas veloces entre las largas y desflecadas hojas del inmenso banano. Desaparecen en medio de la oscuridad que encierra el árbol y de ella salen juntos, revolucionados, como dos jóvenes después de haberse encontrado en la complicidad, en el susurro de un secreto. *

Es la estación de la naturaleza nueva, el verde todavía es pleno, indeclinable. Las flores abiertas aún, los frutos, todo empuja hacia arriba. Pájaros y mariposas alrededor de lo dulce. Algo que se imagina pegajoso, espeso, es un don que las plantas comparten con aquellos que alimentan. Eso sucede en la altura, donde ella, aunque estirara sus brazos, no llegaría. Sentada al costado de la pileta se despereza en la mañana con conciencia de la vida flamante que la circunda, que gira alegremente, despojándola de su juventud. *

Está sobre una silla la mujer, bajo el sol, y agacha la cabeza. Mira el blanco de la mesa del jardín donde apoya sus brazos. De pronto, un golpecito casi imperceptible a la altura de la frente le delata la presencia de un insecto en sus cabellos. Con la derecha los agita. Un mechón castaño se enlaza con cuatro dedos finos y alargados que lo desenredan, y el insecto, impulsado por este movimiento, se cae para aferrarse con sus patas posteriores al lomo delgadísimo de un libro, al costado del termo. Es una avispa flaca que agoniza. Ella la mira durante unos segundos, espera que reaccione, que vuelva a volar. En ese tiempo observa del cuerpo pequeño los detalles. No tiene abdomen, sus patas temblequean, convulsan ambas alas a la vez, descargan con doble impacto sobre el aire la última energía de una vida. *

Si las cortinas del cuarto están corridas entra la luz blanca y matiza la oscuridad. Cuando hay eclipse, al jardín lo baña un raro, tormentoso, bermellón. Si no lo hay, las cosas se repiten casi idénticas. Revolotean, en lugar de colibríes, los murciélagos grises el banano. Ladran los perros de la cuadra, irregulares y también imprevisibles. Una araña, quizás siempre la misma, teje una tela que cuelga de las cañas entramadas. Polígono perfecto en cuyo centro cae, para ser succionada hasta el final, la vida de la mosca. Al llegar la mañana, la tela se deshace y todo vuelve atrás, mágicamente. Las prolijas tejedoras ovillan lo que queda y entierran el cadáver, o se lo comen. *

3 comentarios:

mas de mi que de... lirio dijo...

jajaja
Si logras descubrir quien soy te daré millones de besos desde mi alma.
Solo una pista...1997
No puedo creer haberte encontrado.
(mas tarde te leeré, recuerdo que escribías muy bien asi que seguro lo disfrutare)

paula jiménez dijo...

imagino que de Balrog, entré a tus blogs pero no me doy cuenta... ¿quién sos? me muero de intriga!!

mas de mi que de... lirio dijo...

No te llego mi correo?
Mi blog es en teoría anónimo así que a ver que otra pista te doy...
tuvimos una experiencia similar ese año y nos conocimos por Dipy.
Supongo que ahora sabrás quien soy o por lo menos eso espero... aun guardo fotos a pesar de los años y los kilómetros.
mi correo es lirio1906@hotmail.com
Un beso enorme