jueves, 12 de febrero de 2009

Berlín










Todo es separación:
la tierra, el agua, el tiempo,
pero miran el cielo, lo contínuo.
Algunos, por el aire
bajaban al Oeste o camuflados
pasaban en Gordinis dentro de una butaca
como cualquier relleno, podrían ser arena
retazos, algodón,
daba lo mismo: hay materias comunes,
como el viento. Y ese traslado
también lo haría una hoja
o una espiga que lleva la corriente,
que sin destino fijo
se clava en la memoria de la vida
y vuelve
convertida en la piedra, en la madera
resistente y duradera de los puentes
donde juegan los niños,
los que aprenden del ir
y del venir
de ver cambiarse
a la noche en día, de esos matices
que son su tensión plena,
el núcleo indispensable
de todo lo que es, con sus detalles,
sin serlo todavía.

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