martes, 7 de abril de 2009

Desencanto





1.

Donde quiera que vaya
tomo agua,
porque hay cosas
que son inalterables, más largas
que vos y yo
que nuestro tiempo.
A veces miro
un horizonte y me pregunto
cuántos atardeceres más veremos.
Otras sigo de largo, continúa
el agua circulando al lado mío
un hecho cotidiano o la creencia
de que igual al caudal
para mí
correrá la vida.
Nunca sé
más de lo que veo, soy
del mundo la experiencia sensitiva
la que no puede
imaginar lo disipado
lo disuelto,
la que peca
de no haber sido como el árbol
carente de voluntad.
Nada sucederá mañana, pienso
y siento
responsabilidad sobre mi muerte,
como si hubiésemos perdido en estos años
la oportunidad de dios.


2.

Cuando el sol cae y las ramas se agitan
con el viento, un atardecer parece
idéntico al otro. Si te observo
creo conocerte, identifico
una forma de mirar o un tono
de voz con que se dicen ciertas cosas.
Pero ninguna percepción alcanza
ni siquiera mi memoria
para darme certezas, sé
que el escenario podría cambiar
súbitamente. O tal vez no sé, creo saberlo,
como sé que todo terminará un día
casi
desconfiando de mis propias palabras.


3.

La seguridad para decir las cosas
titubea en tu boca,
primera sílaba repetida hasta encontrar
un tono o una idea perdida entre las voces.
Sin embargo,
yo sé que estás más cerca del silencio
que de nuestras palabras. ¿Qué será?,
me pregunto ¿qué atormenta
a este chico? ¿la entrada a una carrera
de la que sólo bajan los que sienten
que hay algo, al menos algo
sobre lo cuál no se vacila?
En el camino
dormís entre mis brazos,
las manos relajadas
y confiado a este mundo
que tanto te esperó y en el cuál
no querrías dejar de creer.


4.

El cuento de la cabra que reencarna
en el hombre que azotará a la cabra
no me deja tranquila,
el círculo que nadie corta,
pero si un día estallara este planeta,
el calor de su centro lo incendiara
o el agua lo anegara hasta pudrirlo
¿a dónde iría a parar
nuestra energía, toda esa muerte
con tanto porvenir?


5.

Por momentos, alcanzás
a hilar fino en tu desgracia y tarde
te das cuenta del engaño,
cuando el cansancio
es más grande que el deseo.
Entonces yo te escucho y pienso
que a veces la vida se ve así
como un árbol caído
y los dos
creemos que más cierto que el verano
es este invierno, la apariencia
que en la ventana adquiere
bruscamente
lo que se vuelve inmóvil.


6.

Mejor es ser conciente, observar
la cotidiana conclusión de las cosas
que se avienen con la luz
y terminan en la sombra. Cada día
se aprende de esto,
solamente hay progresión hacia la noche
cerramos los ojos y olvidamos la vida
y la materia,
no sólo eso que nos rodea
sino lo que somos, es decir
lo que no será.


7.

Llegamos a los bordes de un río
y lo vimos desplegar
sus venas desde el muelle,
imaginamos
destinos diferentes para el barco.
Después, arrodillados
encorvamos las palmas y con ellas
fabricamos un cuenco de piel
y hueso que llevamos a la boca,
sobre las líneas de la mano las piedritas
brillaban refractando el sol.
Cuando el agua discurría
el brillo se apagaba:
no había oro allí sino reflejos,
un efecto o defecto de nuestra percepción.
Y entonces esa nimia
arena endurecida ya no tenía valor,
era arrojada
por nosotros mismos o ni siquiera eso,
la dejábamos caer con displicencia,
las manos relajadas, sin vigor
no retenían
nada entre los dedos.


8.
"Tu pálida risa es inútil
bajo la luz”

Sandro Penna



Cerrada la ventana sólo entra
una luz escasa, la misma hebra
artificial
que alumbra nuestras noches.
Las cosas perdieron su brillo.
Antes, algo les otorgaba
una apariencia promisoria,
rayos que sosegaban porque lejos
de deslumbrar
en su trazado descansábamos la vista.
Nosotros dos
mirábamos ascender nubecitas de polvo
como si adentro de la cosa un ser secreto
fumase un cigarrillo o revelase
su condición de evaporable.
Ahora la realidad se volvió opaca
y la luminiscencia que llega a sus objetos
se detiene y muere en sus bordes.
Es todo plano cuando nada brilla
y no hay luz que destaque la existencia
de los cuerpos. De a poco descubrimos
lo inútil de la risa o la promesa
junto a la evanescencia de este mundo.


9.

Algunas veces, pensar en el final
no nos condujo a nada
pero otras
fue bueno vislumbrar las consecuencias,
saber que estábamos
en pleno movimiento y éramos
pura órbita, un campo o una esfera,
en fin, la superficie
donde se desarrollaban,
en apariencia, ciertos hechos,
la sede
que un albur eligió para expresar
los detalles de una trama innecesaria.

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